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Algo para conservar
Héctor Iván González comment 0 Comentarios

Yo sé que la vida es mucho más perder que otra cosa.

¿Pero vale la pena que se lo diga?

Eduardo Sacheri

Ya es lugar común hablar del vértigo que inspira la cantidad de crónicas, noticias, artículos de opinión que se publica en las redes hoy en día, sin embargo hacerlo no es en balde si uno recurre a este lugar común para afirmar que hay artículos que no son parte del caudal inútil sino que hay algunos que vale la pena retomar. Éste sería el caso de Eduardo Sacheri (Buenos Aires, 1967) y su libro Las llaves del reino, donde recopila los artículos que aparecieron en El Gráfico, de Argentina, de 2011 a 2013.

Es legítimo que uno como lector levante la ceja y piense que las obras que reúnen textos publicados previamente sean sólo libros arrancados a la gaveta de textos ya conocidos, un reciclaje forzado que le dará unos pesos al autor. Sin embargo, esta sospecha (legítima) se disuelve al ir leyendo uno a uno estos breves textos y notar el rigor con el que fueron planeados desde la primera hasta la última frase. En gran medida uno entiende que la columna es la manera que tienen algunos escritores de mantenerse mientras que trabajan en sus obras. El caso de Las llaves del reino es diferente y quiero decir porqué. Eduardo Sacheri ha recopilado un libro de textos que a él, como amante del futbol, le interesaba compartir en extrema medida. No se trata de la columna de alguien que va a tocar un tema con condescendencia hacia el público, esa forma que tiene el avezado o el entendido que trata de “dar un poco de luz a los profanos”; la postura de Sacheri se va volviendo entrañable a fuerza de ideas que está dispuesto a defender, admisión de pasiones y de confesiones personales: “No temo que el lector me acuse de simplote y facilista. Y no lo temo, porque yo mismo me acuso de ambas cosas”, arguye el ganador del Premio Alfaguara 2016.

Sin ambages, el autor puede hablar de los mudos reproches que se hace un padre por involucrar a su hijo en la pasión de seguir a un equipo que no siempre gana, lo mismo que puede disertar de lo tonto que es comparar a Messi con Maradona; la lamentable forma de sobrecargar con estrellas el palmarés de una camiseta, cuando en realidad hasta las derrotas se pueden volver recuerdos imborrables si se juega con arte, o la obsesión de un hombre que quiere compartir su éxito fugaz en una prueba en las fuerzas básicas del River. Sacheri comparte su pasión por el futbol como lo han hecho otros, Juan Villoro, César Luis Menotti, Jorge Valdano, Eduardo Galeano o Jaime Roos, desde la lucidez, el entendimiento y, sobre todo, la memoria.

Porque el domingo siguiente no era cualquier domingo. Era el domingo más difícil, más importante, más complicado y más desesperante de mi vida. El domingo siguiente era 22 de junio de 1986. Jugaba Argentina. Jugaba un partido del campeonato mundial de México. Jugaba por cuartos de final. Jugaba contra Inglaterra.

Es un hecho que el futbol encarna una mitología que puede ser interpretada como algo artificial, que en realidad el marcador final no tendrá ninguna trascendencia en las vidas de (nosotros) los seguidores; sin embargo, aceptando esta condición, podemos admitir que una vez que le abrimos las puertas a la pasión que contiene el futbol podemos experimentar emociones tan intensas como las realmente trascendentes. Sin conceder un palmo a la inteligencia, Sacheri hace algunas puntualizaciones de las cosas que le gustan y las que le repugnan del deporte que más lo anima. Los festejos programados a la manera de coreografías de porristas de high school; esos gestos de individualismo del jugador que acaba de marcar un tanto y que se erige como si fuera un solitario que no le debe nada a sus compañeros de escuadra ni a su hinchada (fanáticos) que lo apoya desde las gradas. Tampoco le gusta que los árbitros, a pesar de tanto esfuerzo, tanto estudiar y entrenar, resuelvan las cosas con un carácter pusilánime con tal de salvarse de las críticas. Lo que me queda claro en Las llaves del reino es que Eduardo Sacheri no dejó pasar la oportunidad de expresarse sobre asuntos que realmente le sorbían el tuétano.

Por su parte, también hay una perspectiva generosa hacia casos en particular, como antes mencioné, ya sea ante la situación de Messi y el caudal de críticas que ha recibido por no ser Diego Armando Maradona y por aún no haber tenido éxito con la albiceleste. Además, lo que hay que celebrar en ese extraordinario texto es que recurre a una película de lo más entrañable, Good Will Hunting (Mente indomable en México), cuya mancuerna entre Matt Damon y Robin Williams encarnó la historia de un muchacho con dotes especiales para las matemáticas, pero cuyo historial de vida lo tenía hundido en un estado de inseguridad y agresividad, y de un alivianado terapeuta, quien a final del tratamiento lo ayuda a sobreponerse al hacerle ver que él no fue el culpable de todo lo malo que le pasó, no sólo a él, sino a toda su familia.

Y así como Eduardo Sacheri exime de culpas a Messi o encomia a Riquelme, también aborda la situación de la sociedad argentina con respecto a la trágica derrota en Malvinas, con lo cual logra retomar un aspecto que a veces se quiere negar, que dentro del futbol se dirimen muchas cosas, incluso aquellas cuyas consecuencias ya están concluidas, pero que mantienen un alto contenido simbólico:

Agreguemos algunos detalles. En este país de fantasía, el gobierno militar controla los medios de comunicación. Y aquellos a los que no controla, se controlan solos. Se cuidan de decir cosas que molesten al régimen. Entonces la improvisación presidencial no es improvisación sino “un plan largamente elaborado”. Y la aventura de recuperar las islas no es una aventura sino “una gesta heroica”. Y la certeza de que los ingleses van a pulverizar a ese ejército de chicos es una mentira, una vil patraña. Como mentira será la muerte, mentira serían el hambre, el frío, el maltrato y el armamento obsoleto e insuficiente. Dios es nuestro. Dios está con nosotros. Nada malo puede ocurrirnos.

No creo que se deba forzosamente compartir las aficiones de Eduardo Sacheri para disfrutar de Las llaves del reino, ni creo que éste sea un libro sólo para los amantes del futbol. En realidad lo que ha publicado este escritor es un conjunto de piezas literarias que ahondan en las diferentes maneras que tenemos de concebir algunos aspectos de nuestra vida, como la suerte, el fracaso, la amistad, el amor o la forma que tenemos para comprometernos con eso en lo que creemos o amamos. De esto es de lo que se trata al creer que un balón girando entre algunos tipos les dará la gloria a once jugadores en los que se resumen todo un país o toda una vida.

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