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Apuntes sobre Octavio Paz en su siglo de Christopher Domínguez Michael
Redacción Langosta comment 0 Comentarios

No puedo decir que conocí a Octavio Paz aunque tuve varios encuentros con él. Lo leí con devoción y gracias a su poesía pude entrar en la obra de numerosos escritores como Francisco de Quevedo, Luis de Góngora, sor Juana Inés de la Cruz, Antonio Machado, Fernando Pessoa… Me encontré con el maestro Paz en numerosas lecturas y jamás me atreví a pedirle que me firmara un libro. Lo más cercano fue un saludo con un gesto de mi cara que el correspondió con una sonrisa. Y hasta el día de hoy siento tristeza porque no me atreví a decirle cuánto amo su poesía, que cuando leí Corriente alterna quedé fascinado… de verdad lo lamento.

Conocí a Christopher Domínguez Michael en 1987, trabajábamos en el Fondo de Cultura Económica, en aquellos laberintos de Avenida Universidad, entonces él era el enfant terrible de la literatura mexicana contemporánea; tiempo después supe que Christopher también trabajaba con Paz en la revista Vuelta y yo no perdí la ocasión para preguntarle cómo era el maestro, qué pasiones tenía; además de la literatura, qué leía, cuáles eran sus preferencias en el arte y sus opiniones respecto a la política de aquellos años, incluso si le gustaba el futbol y si tenía preferencia por algún equipo. Christopher atendía mis preguntas con tolerancia y respondía lo que consideraba prudente; ahora sé que yo era muy ingenuo y quizá impertinente.

Años más tarde, mientras mi amistad con Christopher crecía y mis encuentros con el admirado poeta mexicano se hacían cada vez más lejanos escribí un poema dedicado a Paz y le pedí a Christopher, después de muchas dudas -nunca ha sido tan exacta esta frase-, desvelos y cuestionamientos, si podía ayudarme a ver a Octavio Paz: nunca vi al poeta. Paz estaba muy enfermo y sólo recibía a sus colaboradores cercanos. Le mandé el poema que nunca leyó, que después publiqué en mi primer libro y jamás entregue al maestro.

Murió Paz y seguí preguntando a Christopher aspectos sobre la vida del poeta, sus amores, los amigos, enemigos, sus viajes, circunstancias de sus libros, las conversaciones que tuvieron Christopher y Paz, sus enojos, alegrías… No me cansaba de preguntar y Christopher amablemente me contaba algunas cosas, algunos secretos. Entonces supe que Christopher Domínguez llevaba algunos años preparando un estudio amplio, riguroso, extenso sobre la vida y la obra de Octavio Paz, que derivaría en un retrato bien definido y profundamente humano del poeta.

Al acercarse el centenario del nacimiento de Octavio Paz tuve el gusto de conversar con Christopher sobre sus avances respecto a su indagación sobre Paz, así que en una comida, después de una rica ensalada, le pedí que nos diera una biografía de Paz para celebrar en editorial Aguilar los cien años del poeta. Creo en los vasos comunicantes que invocaban los surrealistas: Christopher estaba por esos días metido en ese proyecto, pues Gallimard en Francia le pidió la biografía del maestro y era muy posible que también la hiciéramos nosotros. Él continuó en su investigación y meses después nos dio el libro para trabajo editorial, sin duda una obra monumental, imponente, de gran erudición y análisis destacado.

Volví a sentir, mientras preparamos la edición de Octavio Paz en su siglo, la emoción que tenía cuando veía y escuchaba en persona al poeta, entré en las páginas del libro y los datos, las fechas, los sucesos, los cuestionamientos literarios, las posturas políticas, inmejorablemente planteados por Christopher, trajeron de nuevo al escritor más importante del siglo xx mexicano. Supe por esta obra de un Paz trémulo y dolido ante el amor, de un Paz entusiasta en sus anhelos sociales, de un Paz político temerario y duramente cuestionado, supe de un Paz sentimental y terrible, amoroso e indignado, supe de un ser humano de gran sensibilidad y lúdico/luminoso talento.

No conocí a Octavio Paz, aunque el poeta a veces me visita en los sueños, pero agradezco a Christopher Domínguez este libro riguroso y memorable que lo acerca para verlo desde su palabra y sus actos. Los errores de edición son míos, las lecciones de historia, literatura y crítica son de él, y Octavio Paz es de quien decida entrar en su morada caligrafía pasional.

 

 

 Por: César Arístides


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