Una bendición / Debolsillo, 2011
1690. Estados Unidos es una colonia inglesa; un encuentro de todo el mundo, de las razas y las clases sociales. Una joven esclava de 16 años se arroja a un viaje duro y largo por los bosques de una nación que todavía no es; cuando las tribus de indios “paganos” luchan contra la evangelización; cuando las personas confinadas a la servidumbre, a la esclavitud, combaten por sus derechos y por la inimaginable libertad; cuando había quienes no veían a la carne humana como una moneda para comerciar.
Un periplo que se convierte en un renacer. Un encuentro espiritual; la liberación del alma.
Florens, aquella joven esclava filtrada por las historias de Lina ―una india que ve el exterminio de su tribu― y de Dolor ―una mestiza que siempre había vivido sobre el mar, como pasajera de un barco― nos hace cuestionarnos sobre qué nos convierte en esclavos: ¿nosotros mismos, el dominio humano? Y nos hace reflexionar sobre una desgarradora idea que no deja de retumbar: la esclavitud como estado mental.
Porque la esclavitud todavía no era asociada a la raza negra.
Sí, el racismo como el origen de todos los males.
El caos en defensa del orden.
Por eso, el andar de Florens en aquel viaje, guiado por la pasión desatada que le provoca el hombre negro libre, que la convierte en mujer; sus encuentros y desencuentros con ella misma, nos sumergen en un claroscuro estremecedor: el hambre del ser amado y el temor de perderse a sí mismo en un mundo donde se fecunda una aglomeración de leyes que autorizan la brutalidad, donde no hay inmunidad a los horrores; donde se vislumbraba el “destrozo” que causaba un negro libre. Y también nos empapa con la comprensión de la bendición que recibió de niña, cuando su madre acepta que la intercambien como pago de una deuda de uno de sus propietarios, porque su progenitora logra descubrir que quien se la llevaría la veía como una niña, como un ser humano.
Xochiketzalli Rosas.
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