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El lado oscuro de la luna
Redacción Langosta comment 0 Comentarios

Las palabras crean frases, las frases párrafos, y
a veces los párrafos se aceleran y cobran respiración propia.
Mientras escribo, Stephen King.

Oímos hablar de Gillian Flynn por primera vez el año pasado, al leer su novela Perdida. Una novela que arrastra al lector en un universo donde prima la psicología de los personajes: una pareja llena de intrigas, de misterios, de odios. El amor se va deshilachando en cada página y se siembra la duda del culpable con una maestría que la autora controla. Conforme leemos, vamos señalando con el dedo al agresor. Lo vamos sondeando, juzgando. Formamos parte de esa voz que nos incita a no tener piedad y a detestar al otro al pasar las páginas. Despertamos nuestra parte oculta al desear el castigo y no admitimos el perdón de ninguna manera. El espejo de la distorsión de la pareja nos puede tomar por sorpresa al mirar a nuestro amante y pensar en posibilidades de las que no nos creíamos capaces.

Eso es Perdida: una caída a paso lento. Pero Heridas abiertas, su primera novela, no nos decepciona en lo más mínimo. Una novela oscura. Un pequeño infierno. Nuestros ojos se mueven en la penumbra, una vez más, de las relaciones familiares. Semillas de desagrado, de desprecio, se cosechan lentamente en cada capítulo: un pueblo, adolescentes, una madre y una reportera. Éste es el hilo que Flynn va tejiendo, o deshaciendo, como ella sabe hacerlo, para que nos sorprenda nuevamente cuánta maldad puede embargar un ser humano. Y nosotros no estamos exentos.

En esta novela nadie está a salvo. Nadie tiene un espacio de cordura o solidez. Mucho menos nosotros que de pronto estamos tratando de descifrar no sólo los asesinatos, los culpables, sino las causas. Por qué. Y ojalá pudiéramos pensar de pronto que todo es ciencia ficción y que la humanidad se halla lejos de mostrar su lado más negro. Y sin embargo, asomamos la cara al mundo y tristemente constatamos que the dark side of the moon es. Existe. Entonces regresamos a las páginas para tratar de encontrar un atisbo de esperanza que se cumpla, que nos redima.

Finalmente es un microcosmos conseguido: el amor que mata y da vida. Y como dice King en el epígrafe: los párrafos tienen su propia respiración. Y no es artificial.

Fernanda Álvarez