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El lugar de la memoria de Edward Said
Carla Rivera comment 0 Comentarios

En Fuera de lugar, Edward Said intenta relatar su complicada condición identitaria a partir del constante desplazamiento que vivió durante la mitad de su vida. Principalmente trata de reconstruir aquella sensación de incomodidad o, más bien, de sentirse fuera de lugar desde el comienzo y que finalmente reconoce como un modo de fluir o de ser móvil.

 

Al rememorar el pasado durante un momento límite de su vida  —la enfermedad que lo lleva por el camino de la memoria—, conocemos a un hombre con el nombre de «Edward» que se describe a sí mismo como un invento de sus padres contemplado por un yo interior bastante distinto «pero en gran medida aletargado e imposibilitado para actuar.» (36)

 

De este modo «Edward», o más bien el otro Edward, reconstruye su pasado desde el comienzo de su vida; primero en la Palestina que aún estaba bajo el mandato británico; después, en Egipto, en la ciudad del Cairo que recuerda como un lugar hospitalario y, más adelante, en el principio de su adultez, en Estados Unidos, donde estudia en Princeton y en Harvard.

 

Su condición marginal en Palestina como cristiano y en Estados Unidos como árabe, lo llevan a desarrollar su línea de pensamiento crítico, conocido dentro de los estudios postcoloniales, en donde analiza la herencia de la colonización británica en pleno siglo XX. Una de sus aportaciones más importantes es el libro Orientalismo en donde cuestiona la manera en la que concibe Occidente a Oriente.

 

Sin embargo, es importante decir que en Fuera de lugar su vida intelectual, o suteoría, aparece en un segundo plano. En cambio, vemos desde el comienzo las inquietudes cotidianas y los problemas familiares que lo van formando. El libro parece una especie de backstage o bastidor de su obra crítica. Lo que uno lee no son sus ideas sino sus memorias. Por otro lado, conocemos no al pensador, sino a la persona que se mira en el espejo cuando no hay nadie, para reconocerse internamente. La mirada hacia el interior resulta angustiante en la medida que el despliegue del pasado y del presente se confunden y en donde una serie de fantasmas acontecen.

 

No podemos negar que en Fuera de lugar se evidencia la gran capacidad analítica del autor en materia política y social, pero también una gran sensibilidad frente a sí mismo. De este modo, su camino por la investigación y las humanidades tiene un importante vínculo u origen con su vida misma.

 

Edward Said trata de ir a aquellos momentos íntimos que se despliegan en el lenguaje porque solo ahí uno puede dar cuenta de sí; pero también a aquellas reflexiones sobre la identidad, la familia y la sociedad. El libro no es un relato homogéneo que pretenda una fidelidad cronológica o un conocimiento total del autor, sino un relato cambiante que nos acerca a la persona. Vemos incluso que la conciencia del narrador cambia a medida que avanza la lectura. Por lo mismo, a momentos leemos una voz extremadamente racional y a instantes, un tono completamente anhelante e incierto del tiempo que queda.

 

En sus memorias predomina un yo en conflicto consigo mismo y una tensión entre el Edward impuesto del deber ser y el Edward que siempre logra escaparse del autoritarismo, tanto de la institución familiar como de la escolar, en donde es descalificado constantemente. Finalmente, lo que se mantiene y lo que el autor busca nombrar es aquella condición móvil que a pesar de los juicios de los demás, comienza a descubrir a medida que crece y que lo llevan a un encuentro real con su tiempo y a una franqueza autentica consigo mismo.

 

Fuera de lugar es una invitación a conocer a alguien llamado Edward, Ed o Said, que en realidad es cualquiera que ha sentido la imposibilidad de representarse bajo una sola identidad. Conocer a alguien o a cualquiera significa en realidad sentirse cerca de, o bien cercano a una condición humana propia y, aun así, inestable y desconocida.

 

Estar fuera de lugar corresponde la mayoría de las veces a una sensación de hastío, pero en el relato de Said corresponde a un sentido paradójico, en donde existe, por un lado, un estado como lugar y, por el otro, un estar fuera de lugar, que nos libera de las etiquetas que nos impone nuestro contexto. Entonces, fuera de lugar no es un estado sino una actitud que replantea la estabilidad, un combustible que moviliza algo o a alguien dentro y fuera de sí mismo.

 

Fuera de lugar, Edward Said, Debolsillo, 20

De bolsillo

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