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Linaje de malditos: una invitación
Redacción Langosta comment 0 Comentarios

Aunque se trata de un tópico “vendedor”, permítanme empezar así: Linaje de malditos es una obra apasionante. De verdad, hagan como si esta última palabra aún pudiera usarse con sentido. El elenco que presenta Mario Campaña en este libro no me dejará mentir: el Marqués de Sade, Edgar Allan Poe, Charles Baudelaire, el conde de Lautréamont, Arthur Rimbaud, Antonin Artaud, William Burroughs, Charles Bukowski, Jim Morrison y Leopoldo María Panero.

La hipótesis inicial demarca los límites de la legendaria tierra de los malditos: “Ni el sufrimiento, ni la locura, ni el libertinaje, ni el alcohol, ni las drogas, ni la transgresión, ni la intransigencia social, ni la automarginación, ni la tortura definen a un artista maldito. Pueden convertirlos, como a cualquier persona, en un mártir, un disoluto, un enfermo o un revolucionario, pero no en un maldito. Es el reconocimiento de la realidad del mal, y el hecho de tomar dicho reconocimiento como eje de su obra, lo que hace de él un maldito”.

A partir de ese criterio —la cara noción del mal—, Mario Campaña narra las historias y explora las obras de todos esos genios creadores que transformaron el exceso de la vida en una obra inmortal. Así, con una prosa desenfada y decenas de anécdotas excepcionales, el autor nos guía a través de un escarpado camino por el que se pretende escapar a “los asfixiantes límites impuestos por la razón”.

Debe destacarse el ensayo dedicado al delirante Leopoldo María Panero, tal vez el menos estudiado de esta nómina maldita y el único perteneciente al mundo hispanoamericano. Resultado de una elección caprichosa, o no, Mario Campaña reivindica la impertinencia y brillantez de ese poeta que en “otro tiempo hizo hablar y callar a la vez a toda la España culta”. Al considerar la “vocación satánica” del autor de Poemas del manicomio de Mondragón, se cita un “himno” que puede representar la invitación definitiva para abrir Linaje de malditos o para dejarlo guardado en el librero:

te amo
[…]
sueño
sin ángeles ni mujeres
desnudo de todo
salvo de tu nombre
de tus besos en mi ano
y tus caricias en mi cabeza calva
rociaremos con vino, orina y sangre
las iglesias
[…]
y debajo del crucifijo
aullaremos

 

Enrique Calderón