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Mediterráneo
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Susana  Glanz
Mar mediterráneo/ Lumen, 2014
 

I

Imagina.

Correr por las calles de una calzada segura, de una calle con verde follaje sobre el pavimento, con los sonidos de un instrumento extraño en la cabeza.

De teclas.

Teclas pesadas que tañen cuerdas. Cuerdas prensadas, tensas.

¿Recuerdas?

Aquel gesto de saludo del vecino, aquel ademán de complacencia de un comensal que descubre en su caldo de pancita el sabor recurrente del pasado.

Y en medio de la imagen, una niña sin nombre persigue un sonido, cadena de música que la guía a una mujer.
A Lottie. La rusa.

La paralítica de Mar Mediterráneo…
 

II

La pequeña protagonista de esta historia tiene 11 años y es judía. Carece de nombre. ¿Para qué llamar de forma alguna un sentimiento, una experiencia que a todos atañe, identifica? Ella, antes que vivir, recuerda. Recuerda en la voz pausada de una anciana, mujer pianista…

Como toda jovencita de su edad, disfruta pasar el rato del tingo al tango con sus amigos de la calle, del mercado, del otro lado del barrio de Tacuba. Un día, mientras está en la azotea de su casa, la niña escucha a lo lejos el sonido de un instrumento parecido a un piano: un clavecín. Le gusta tanto aquella música que se propone seguir su rastro. El camino la lleva hasta la casa de la rusa. Al otro lado de la puerta encontrará a Lottie. Y sus días de juego habrán de llenarse de melancolía.

A partir de ese momento, la relación entre esta señora extranjera y la niña crece, se forja entre ambas una relación de dependencia en donde el decir de una es tan importante como el escuchar de la otra. El reloj apresura su marcha al tiempo que conocemos el pasado de Lottie, ejecutante en retiro que ha llegado a México procedente de Chile, y antes, de Viena. En los años que lleva a cuestas están grandes amores, algunas desventuras y muchas historias. Conforme la niña asiste a este concierto de memorias, arropada siempre por la música del clavecín, ella se va distanciando a su vez de la ingenuidad propia de la infancia.
 

III

En principio complicada, con un tono difícil, demasiado personalista, incluso deliberadamente excluyente, Mar Mediterráneo (Lumen, 2014), de Susana Glantz, pronto devela una clase de sencilla dulzura a la que es difícil resistirse. La voz de una pequeña niña, oriunda de la colonia Tacuba, descendiente de la migración judía, educada, mexicana hasta la médula, se cuela en nuestro pensamiento para dominar con extrema naturalidad un devenir narrativo que no tiene desperdicio alguno.
 

Ismael Martínez

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