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Metamorfosis: la dolorosa conciencia de la insignificancia
David Velázquez comment 2 Comentarios

Si hay algo que define a mi generación es la extendida opinión de que cada vez cuesta más llevar una vida placentera. Invertimos progresivamente más tiempo en adquirir los medios para nuestra subsistencia, y tenemos menos tiempo para relacionarnos y disfrutar de los frutos de ese trabajo. Aún con jornadas extendidas y ocupaciones múltiples, muchos de nosotros seguimos rezagados si nos comparamos con lo que nuestros padres habían alcanzado a nuestra edad.

Al final del día, de la semana, muchos nos sentimos abrumados y agotados. “Quemados” (burnt-out), se dice ahora. Se nos acusa de flojos, poco comprometidos y hasta ingratos, pero creo que el hecho de que sea un mal tan extendido lo convierte en síntoma de un proceso social más que en una mala decisión personal. El colmo es que esos mismos prejuicios están arraigados en el sistema bajo el que nos hayamos, que progresivamente exige más resultados, sin importar la capacidad anímica y física de los trabajadores para conseguirlo. En resumen, se le exigen resultados a la fuerza de trabajo, pero poco a poco se le despoja del reconocimiento a su humanidad y a su vida no laboral.

Lo más triste es que no es un fenómeno reciente, pues se puede rastrear varias décadas atrás. El relato más famoso de Franz Kafka, Metamorfosis, publicado hace poco más de 100 años, es según una de sus muchas lecturas una metáfora del hombre moderno que padece la burocracia y el absurdo que lo rodean. Incapaz de adaptarse a su mundo, agobiado por el peso de la responsabilidad que significa mantener a su familia, Gregorio Samsa se siente tan bicho que literalmente acaba convertido en uno. Lo que no espera es la indolencia con que su familia y su empleador lo tratan: ¿es que no ha trabajado suficiente para su beneficio?, ¿acaso no merece un solo día de descanso, por lo demás perfectamente justificado, a cambio de todas las ganancias que ha generado para ellos?

El problema no hace más que empeorar, y cuando la familia decide alquilar algunas habitaciones para generar algún ingreso extra, Gregorio cae en una espiral de miseria, hasta que comprende lo poco que lo necesitan ya y decide terminar su vida. Para colmo, esto no hace sino alegrar a la familia, que de súbito se ha dado cuenta de que puede trabajar y mantenerse sola, así que la muerte del pobre bicho sólo les trae alegría. Ni siquiera se molestan en conocer el destino final del cuerpo de lo que alguna vez fue si hijo, que queda en manos de la asistenta.

Como se ve, Metamorfosis es más que un relato extraño, ligado a la vida de Kafka, sino una fábula oscura sobre el destino del hombre moderno: deslomarse hasta quedar despojado de su humanidad, y recibir al final el desprecio y la indiferencia de aquellos a quienes sirvió. Vaya moraleja para los tiempos que corren.

 

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  1. Me gustó tu interpretación. La acabo de releer (después de veintitantos años) y me gustó más que la primera vez. Realmente es una fábula sobre el hombre contemporáneo: su búsqueda, a lo Sísifo, de cubrir los estándares que se le exigen y siempre dar el ancho para ser aceptado. Y cuando el hombre que toda su vida buscó «ser productivo» se truena, se desquicia o se enferma (o todo junto), es visto como un estorbo; como una especie de alimaña de la que es mejor alejarse. Saludos desde Guadalajara, México.