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Vivir bajo una piedra y no morir
Redacción Langosta comment 0 Comentarios

Llegué tarde a De perfil. O quizá De perfil llegó tarde a mí. Eso no importa del todo. Sólo quiero mencionar que ya no soy tan joven. Y que probablemente su lectura no me cambie la vida como sí lo hizo con, por ejemplo, Juan Villoro, incitándolo a convertirse en escritor (por muy pretenciosa que sonara para él esa palabra. Tristemente estoy de acuerdo en que así es). No puedo negar, sin embargo, que su ímpetu narrativo, el de De perfil, es esperanzador para todos aquellos que tratamos de hilar un párrafo tras otro. Quiero decir, y bajo el enorme riesgo de sonar mamón, que alcanzo a identificarme con él porque quizá aún sobreviva en mí un poco del joven que fui hace, qué será, diez años. Y lo digo por el estilo de su escritura: concisa, directa, amable, y más calificativos de esos que a mí me gusta encontrar en la prosa de cualquier escritor, no en la mía, aunque lo intente: sin lucimientos innecesarios (para la historia, no para quien los escribe), con total franqueza y honestidad. El libro derrama, aún hoy, a varias décadas de que se publicó por primera vez, el enorme deseo de un joven escritor por contar, por escribir aquello que se alojaba en algún hueco de su espíritu rebelde. El mismo ánimo que lo llevó a publicar La tumba cuando apenas había dejado los pañales, texto que también leí hace poco, por otras circunstancias, pero que tal parece ser como hermano del que me estoy refiriendo ahora. Un hermano menor, podría ser. Entre La tumba y De perfil (primera y segunda novelas, respectivamente, del autor) hay un avance sustancial, como el que hay entre el primer y segundo disco de una banda de rock. En esta absurda analogía recordé a mi agrupación favorita, y me disculpo por eso, por mis referencias pueriles, imberbes, llenas de acné: entre Kill’em All y Ride The Lightning de Metallica hay una distancia similar, me parece, que la existe entre estos dos libros de José Agustin: se nota que el narrador trabajó en mejorar su estilo y la construcción de la trama; no sólo porque De perfil tiene un mayor número de páginas, sino porque su escritura se siente más amarrada, quizá trazada con más calma y con mayor atención (sabrá Dios si con la asesoría de alguien). Pero ambas con la misma pasión. Ya sé, ya sé que la pasión es inmedible, pero por fortuna es posible sentirla hasta dentro, y sin albur: De perfil es capaz de hacerle sentir al lector, en este caso a mí, emociones tan dispersas como la desesperación o la felicidad casi absolutas aun cuando ese lector poco a poco va envejeciendo y lamentándose por aquellas cosas que no observó antes, como si hubiera vivido bajo una piedra en la que un joven se recarga para fumar, y por donde la luz apenas y puede pasar.

Por Samuel Segura

Reseña del libro: De perfil| José Agustín, Debolsillo, 2014

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